Comúnmente asociamos este concepto al ámbito laboral, pero en realidad tiene que ver con mucho más que eso. Tomar conciencia de la importancia de nuestro propio cuidado es la clave que nos hará alcanzar un bienestar tanto físico como mental. Hoy llevamos un ritmo de vida tan acelerado, que muchas veces no nos damos cuenta de las cosas que hacemos. De hecho, existen rutinas o hábitos que tenemos incorporados en nuestro día a día y que nos llevan a funcionar en lo que conocemos como “piloto automático”.
Si no me cuido yo, ¿ quién? Esta es una de las preguntas básicas que surgen cuando hablamos de autocuidado. Cobra mucho sentido si consideramos que nos rodean infinitas situaciones y elementos que pueden ser un riesgo en cualquier escenario y que no podemos controlar. Entonces, si asumimos eso y comprendemos que hay un trabajo personal a realizar para que logremos y mantengamos nuestro bienestar, nos daremos cuenta que cuidarnos a nosotros mismos es un acto que debemos incorporar y poner en práctica cada día.
En el autocuidado, reconocemos al cuidado como modo de ser esencial en cada uno de nosotros, lo ejercemos para nuestro bienestar, así nos ubica en el centro de nuestras acciones, cada uno de los actos que llevamos a cabo son para nuestra auto-conservación, y demostración de auto-valía.
Así, el autocuidado se convierte en un acto de vida, permitiéndonos apoderarnos de nuestras propias acciones para con nosotros mismos, es una filosofía de vida, una relación con nuestro ser que conlleva responsabilidad íntima ligada a la cotidianidad, cada uno de los actos que generamos se fundan en nuestras experiencias, sostenidas en nuestras redes familiares y sociales, así es el resultado de nuestra práctica social e histórica. Al tener como objetivo el sustento de la vida, las acciones que constituyen nuestro propio cuidado deben ser realizadas de manera individual y con planificación.
Existe un déficit en el autocuidado, cuando la demanda de la acción es mayor que la capacidad de la persona para actuar, cuando la persona no tiene la capacidad y/o no desea emprender las acciones requeridas para cubrir las demandas de autocuidado, esto puede ser por falta de conocimiento, autovalía o apoyo, olvidando al descuido de la salud, y por ende al bienestar, muchas veces no sólo de su ser, sino de su entorno.
Y es que ante la adversidad o en la enfermedad, podemos dejar o no llevar a cabo las acciones de auto-beneficio, descuidando el régimen dietético, la medicación, actividad física , el control y los cuidados personales, esto muchas veces porque negamos la enfermedad, atenuando la gravedad de la misma, ante un diagnóstico podemos ejercer conductas agresivas, rechazando el tratamiento o bien caer en un estado de depresión, teniendo un papel pasivo ante la demanda de atención en la enfermedad, todo esto llevándonos a complicaciones, que en muchos casos son prevenibles.
Así el modo de afrontamiento y el desarrollo de habilidades para el autocuidado, es uno de los retos más grandes que tenemos como personas y una de nuestras tareas es el fortalecer la capacidad de afrontar los problemas o limitaciones que percibe cada uno proveniente del padecimiento que llevamos, con el objetivo de lograr fortalecer la capacidad de prevención disminuyendo el malestar.